"Fui a una tienda especializada en fabricar calzados para artistas
y me hice fabricar unos zapatos de payaso de cuarenta centímetros
de largo. Los pedí de charol, con las puntas rojas, los talones
verdes y los lados dorados. Exigí además que en las suelas
les colocaran unos pitos para que, al ser aplastados, lanzaran un maullido.
Vestido con un correcto traje gris, camisa blanca y corbata discreta,
caminé por las calles del centro, a mediodía, hora en
que se llenaban de gente. Era el momento de la pausa del café
o del aperitivo. Dando un maullido tras otro avancé entre ellos.
Nadie pareció considerar anormales mis zapatos. Echaban una mirada
fugaz hacia mis pies y seguían de largo. Decepcionado me senté
en una terraza a beber un refresco, cruzando una pierna para elevar
un zapato, con muy pocas esperanzas de provocar una reacción.
Se me acercó un caballero bien vestido, de unos 60 años,
rostro serio, voz amable.
¿Me permite, joven, que le haga una pregunta?
Por supuesto, señor.
¿Dónde consiguió esos zapatos?
Me los hice fabricar, señor.
¿Por qué?
Antes que nada, para llamar la atención, introduciendo
en la realidad algo insólito. Y segundo, porque me gusta el circo,
sobre todo los payasos.
Me alegra oírle hablar así: ésta es mi tarjeta
el señor me ofreció un cartoncillo donde estaba
escrito con letras pequeñas su nombre y con letras grandes, color
naranja: TONI ZANAHORIA.
¡Oh, qué increíble sorpresa, yo lo conocí
en Tocopilla, cuando era niño! Usted me puso en los brazos un
cachorro de león.
¿Cómo te llamas, muchacho? cuando pronuncié
mi apellido, sonrió. Ahora comprendo, eres de los nuestros.
Tu padre trabajó conmigo. Fue el primer hombre que se colgó
del pelo, antes sólo hacían eso las mujeres. La cabra
tira al monte: estos zapatos indican tus deseos de volver al mundo al
que perteneces. Y este encuentro no es casual. Estamos actuando en el
teatro Coliseo. Hay artistas internacionales y un grupo de cómicos,
yo (el burro primero), y el toni Lechuga, el toni Chalupa y el payaso
Piripipí. El toni Chupete anda, como decimos entre nosotros,
con el hocico caliente. Va a beber durante unos quince días.
Lo queremos mucho y tememos que los empresarios lo despidan. Si tú,
que tanto pareces amar el circo, te decides a tentar la experiencia,
sin que nadie lo note, puedes ponerte el traje, la peluca y la nariz
de nuestro amigo y reemplazarlo el tiempo que dure su borrachera. Las
rutinas son fáciles, no hay mucho que hacer. Me darás
un falso hachazo en la cabeza, cacarearás bombardeando con huevos
de madera al toni Chalupa, y participarás en el concurso del
pedo más fuerte, lanzando chorros de talco por un tubo oculto
en los fondillos de tu pantalón. Si llegas un par de horas antes
de la primera función te enseñaré lo fundamental,
el resto lo podrás improvisar.
No creo que sea capaz de hacerlo.
Si aún te queda algo de niño en el alma, podrás.
Te voy a dar un ejemplo: cuando me preguntes con voz de falsete «¿En
qué se parece un toro vivo a un toro muerto?», yo te responderé:
«Muy fácil: el toro vivo embiste», y tú encadenarás:
«¿Y el toro muerto?», y yo exclamaré: «¡En
bistec!». Y el público se reirá y aplaudirá.
Es tan fácil como eso. ¿Te decides?"
Alejandro Jodorowsky, 2001
Ediciones Siruela, 2001
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